sábado, 17 de noviembre de 2007

15 de noviembre del 2007, parte I

Este jueves 15 de noviembre fue uno de esos días que se quedan en tu memoria, de esos días cuya fecha exacta sigues recordando muchos años después y sobre todo, en los que las experiencias vividas te marcan de alguna manera y sabes que de ahí en adelante eres otra persona. O tal vez exactamente la misma persona pero un poquito mejorada. O simplemente, cambiada. Digamos, reloaded...

15 de noviembre, un día lleno de contrastes que narraré en este espacio. Por cuestiones de temporalidad e interés periodístico (o simplemente, porque así se me da la gana) relataré primero el acontecimiento que cerró mi día: el regreso de Soda Stereo a la verdadera Ciudad de la Furia.


Después de 10 años de espera: Soda Stereo

Como muchos de ustedes saben, en 1997 fue la gira del Concierto Final de Soda Stereo, durante la cual visitaron nuestro país ofreciendo un par de conciertos en el Palacio de los Deportes y otro más en Monterrey. En ese entonces, a mis 13 añitos de edad, en el máximo esplendor de la adolescencia, por más que quise no asistí a ninguno de los conciertos porque mi hermano no me quiso llevar. Al menos me trajo una camiseta que aún conservo...


Es por eso que hace aproximadamente cinco meses, cuando se anunció que la gira Me Verás Volver visitaría México, no dudé ni un segundo. Sólo fue cuestión de conseguir acompañante y ya está. El día que Ticketmaster puso a la venta la primera fecha, a las 11:30 de la mañana -sugestionada por las peripecias pasadas en la venta de boletos de U2- ya tenía mi boleto electrónico.


Después de 5 meses de espera -No!... después de 10 años de espera- llegó por fin el día. Tras pasar por el corredor de vendedores de mercancía pirata (que en cada concierto es más extenso) y esperar a mi acompañante cerca de una hora -que después de esperar diez años, no fue nada-, tomamos por fin nuestros lugares en la primera fila de gradas, donde tuvimos que esperar otra hora hasta poder escuchar los primeros acordes de Juegos de seducción.

El frío mordía en la sección de gradas. Se veía gente
-incluyéndome- con chamarrras gordas, abrigos, guantes y gorros. Pero las 3 horas de Soda Stereo valieron la pena.

Desde la perspectiva de alguien que no es precisamente fan, pero respeta y disfruta mucho la trayectoria de Cerati, Alberti y Bosio, y que nunca los había visto tocar en vivo, fue un concierto increíble, super emotivo en el que la banda demostró que "lo que bien se aprende, jamás se olvida" y que los pleitos personales que puedan tener los integrantes salen sobrando cuando existe una química musical tan grande.

El clímax de la noche para esta humilde narradora se dió en el bloque compuesto por La ciudad de la furia, PicNic en el 4B, Zoom -mi favorita de Soda de todos los tiempos- y Cuando pase el temblor. Más de 55 mil personas cantaban, bailaban, gritaban, recordaban, vivían y hasta lloraban. Poco después de Luz, cámara, acción! -frase que cierra Zoom-, Cerati generó uno de los momentos más emotivos de la noche al recordar la tragedia que viven los habitantes de Tabasco.

Faltaron para mi gusto Entre Caníbales, Té para tres y Ella usó mi cabeza como un revólver. Sin embargo, mi satisfacción fue total. Me sentí vieja, me sentí joven, me acordé de mi adolescencia e infancia, atesoré momentos de lo que -aunque me suene rarísimo- son los primeros años de mi adultez... y comprobé que Cerati es un Dios. Así de fácil. Y que, en definitiva, Soda Stereo es mucho más que uno de los íconos del tan mencionado y promovido Rock en tu idioma de los ochentas. Soda Stereo es una de las bandas más representativas no del rock argentino, no del rock en español, sino del rock. Punto.

Mi boleto electrónico. Por retrógrado que suene, sigo sintiendo más bonito tener la entrada física...

Las 7 rolas

Nuevas rolas, propuestas de 75 a 100% mexicanas
  • Sunny Day - The Seamus
  • Escríbeme pronto - IMS
  • Quiero destruir a Rosita Fresita - Los Músicos de José
  • Yofo - Molotov
  • Clap your brains off - No Somos Machos... PSM
  • Rompecabezas - Los Concorde
  • Fuerza de la Gravedad – Jumbo

Lo mejor del Motorokr
  • Bohemian like you - The Dandy Warhols
  • Puto - Molotov
  • Drive - Incubus
  • Read my mind - The Killers
  • Mirando a las muchachas - IMS
  • Espiral - Porter
  • Time won't let me go - The Bravery

jueves, 25 de octubre de 2007

Injusticias del Mororokr

Y que me lanzo al Motorokr. Ni siquiera lo tenía planeado, a varios de los grupos que se presentaban ya los había visto en el Vive Latino (para mayores referencias, les recomiendo entrar -si no lo han hecho- al post que cortó el listón de este blog), a los Killers los ví en diciembre en el Palacio de los Deportes y me dejaron tan buen sabor de boca que no quería si quiera arriesgarme a perderlo, a los Dandy Warhols los ví en septiembre del año pasado de teloneros de los Strokes... finalmente, la insistencia de Ariana -que literalmente se deshacía por escuchar y sobre todo ver en vivo y en directo a los hijos predilectos de Las Vegas-, el descuentazo de 40% que tuvieron las entradas un par de semanas antes del concierto, y la curiosidad por ver a Incubus y Molotov, me convencieron y me lancé.

A través de la óptica de aquellos seres que asisten a este tipo de eventos a socializar, a ver y ser vistos y para poder decir posteriormente "yo estuve ahí", me la pasé increíble. Me encontré con infinidad de amigos y conocidos, algunos cuya presencia sabía de antemano que era casi obligada, y otras personalidades más que en algún momento formaron parte de mi vida, se fueron junto con su contexto y reaparecieron de forma inesperada. Prácticamente, como diría algún editor de la revista Quién, TODO MUNDO ESTABA AHÍ.

Sin embargo, como festival musical, me dejó con una sensación de insatisfacción, y simplemente, algo me faltó.

De entrada, el mood no era el de un festival de esas características. Me quedé con la impresión de que gran parte de la asistencia iba a relacionarse, a ver y ser vistos, y no a escuchar a las bandas, y esto se reflejaba en el ambiente. Independientemente de esto -que a final de cuentas, si lo demás hubiese sido impecable no hubiera pesado tanto-, detecté diversas injusticias en la parte musical, marketera, técnica y logística del evento:

Me pareció injusto que todo el festival girara alrededor de los Killers. Concuerdo en que son el grupo "indie" del momento (concepto muy cuestionable en este caso, considerando que tienen un contrato multimillonario con Island Records), sin embargo, el resto de las bandas en el cartel sí daban para que el evento se vendiera como un festival musical internacional y no como el concierto de los Killers con 15 grupos abridores.

Sobre todo, me pareció injusto que pesara más el éxito de los Killers (que a pesar de encantarme su propuesta, no puedo afirmar si será pasajero o no) que la trayectoria de Incubus, un grupo que conozco poco pero respeto y después de haberlos escuchado en vivo me quedé con ganas de conocer mejor.

Me pareció injusto que Austin TV, a quienes nunca había visto y honestamente, ni siquiera había prestado gran atención, tuvieran un equipo de sonido (o amplificadores, o bocinas, o qué sé yo) tan deficiente, o bien, tan poco apto para un escenario abierto y tan grande, que hacía que se saturara el sonido y no se apreciara bien lo que en realidad son capaces de hacer.

Me pareció injusto que la pantalla estuviera fallando desde que tocó Molotov y muriera definitivamente a media actuación de los Killers. Considerando mi reducida estatura, a partir de aquél fatídico momento en que la pantalla colgó los tenis no veía nada más que al borrachín que estaba enfrente de mí, saltando al ritmo de Mr. Brightside, sintiéndose Campanita pero con la gracia de un elefantito de Fantasía; y las visiones que me provocaba el olor a mota impregnado en el ambiente. A manera de fumador pasivo, acabé pachequísima...

Me pareció injusto que Molotov no tocara más tiempo. Su estilo único me regresó como en un Delorean (como el de Volver al Futuro) a mis épocas de secundaria, cuando fue lanzado ¿Dónde jugarán las niñas? y escuchar a Molotov era pecado digno de quemarse en el infierno.
Molotov, de lo mejor del festival del teléfono.

Claro que el Motorokr no fue del todo una pérdida de tiempo. Disfruté mucho a The Bravery, The Dandy Warhols, Los Dynamite, el IMS tan divertido y guapachoso como siempre... Incubus y los Killers cumplieron bastante bien. Sin embargo, me hubiera encantado que lo injusto fuera justo y que todos los asistentes vibraran con las bandas lo que yo he vibrado en otros recitales...

domingo, 7 de octubre de 2007

La Tarea...

Cuando dije que quería regresar a la escuela -y lo hice-, no recordaba que hay peor tormento para todos los estudiantes del mundo que:
  • levantarse temprano,
  • los exámenes finales,
  • los exámenes semestrales,
  • los exámenes sorpresa,
  • ¡los exámenes!,
  • los reportes,
  • que te saquen del salón por chismorrear con el de al lado o por contestarle feo al maestro,
  • que te cachen un acordeón,
  • tener que ir a clases el día de reyes y que no te dejen llevar tus juguetes nuevos,
  • que te obliguen a participar en esos horrendos bailables del día de las madres -que ni a las mismas madres les gustarían si sus retoños no estuvieran ahí-
  • que te toque trabajar en equipo con el huevas, o ¡peor aún!, con el tarado del grupo,
  • que a alguien se le ocurra comer atún o torta de huevo con chorizo en mitad de la clase y apeste el salón,
  • que el maestro sepa menos que tú,
  • que te agarren de bajada el resto de la prepa -y de la vida- por una pregunta que tu creías capciosa, pero más bien era de lo más obvia, contestaste mal y todo mundo se enteró,
si, hay algo peor que todo esto: ¡¡¡TENER QUE MALGASTAR MI PRECIOSO Y ESCASO TIEMPO EN HACER TAREA!!!

domingo, 23 de septiembre de 2007

Dancing with myself...


A medida que crecemos, aprendemos a hacer distintas cosas solos: comer, ir al baño, salir a la tienda a comprar algo, manejar... pero hay otras cosas para las que por exigencias de la sociedad en que vivimos, necesitamos compañía: ir a un evento social (llámese boda, quince años, graduación o similares), ir al cine, comer en público...

¿Por qué nos cuesta tanto trabajo comer a solas en público? ¿De verdad nos llevamos tan mal con nosotros mismos? Harta del asqueroso tráfico de Polanco provocado por la incesante lluvia (¡qué raro!), resignada a que jamás llegaría al gym -que por cierto en condiciones normales queda a 5 minutos de mi nueva oficina-, hambrienta y para colmo, con ganas de ir al baño, decidí quedarme a cenar en el Vips de Horacio.

No fue la primera vez que pedí una mesa para uno en un restaurante, pero sí la primera en que por alguna razón -simplemente, saber qué se sentía- quise vivir esa experiencia completa, comer realmente sola, sin acompañarme por una revista, un libro, papeles por revisar, el ipod, incluso el celular... y si no lo había hecho, era precisamente porque finalmente, sucumbía al sentirme juzgada por los que estaban a mi alrededor...

Entré y pedí una mesa en el área de fumar. ¿Espera a alguien?, me interrogó el capitan. Al escuchar la negativa se sorprendió y me lanzó una mirada extraña... o tal vez era mi paranoia al sentir que estaba haciendo algo fuera de lo socialmente aceptado como normal...

Tomé asiento, encendí un cigarro y pedí un café y la carta. Si, el cigarro también funciona como una forma de defensa social, y de cierta manera también nos hace sentirnos acompañados, pero finalmente, es algo que no nos distrae de nuestros pensamientos y de nosotros mismos.

Observé las mesas a mi alrededor. Había otros tres comensales solos: una mujer de edad avanzada, que se hacía acompañar, como yo, por un café americano y un cigarro, además de la más reciente entrega de TVNotas; una chica de unos treinta años leyendo un libro de superación personal; y un chavito como de mi edad, absorto en la hermosa compañía de una Mac PowerBook. Nadie tan solo como yo.

En otra mesa había una reunión de mujeres escandalosas, al parecer un reencuentro de amigas de la secundaria o la prepa quince o veinte años después... algunas parejitas, tanto jóvenes como maduras, y muchas de la tercera edad... y justo enfrente de mí, un matrimonio joven con una niña pequeña.

Mi conversación conmigo misma era mil veces más fluída que las palabras intercambiadas por el matrimonio. Al verlos pensé que siempre es mejor la propia compañía que la de otra persona cuando te caes bien y la otra persona no. El esposo me veía mucho, no sé si con lástima, pensando "¡pobrecita, seguro la plantaron!", o con simple extrañeza...

Y finalmente, lo logré, comí realmente a solas. Y he de decir que lo disfruté bastante. Siempre es agradable e interesante la compañia de otras personas, incluso de aquellas a quienes no aprecias o ni siquiera te caen bien, estoy convencida de que todo ser humano tiene algo para aportarme -unos más que otros, por supuesto-. Sin embargo, así como nos tomamos un tiempo para ir a echar el cafecito con un amigo que hace tiempo no vemos, o con la mejor amiga, o con el cliente o el proveedor, sería interesante dedicarnos un espacio para echar el cafecito con nosotros mismos, conocernos mejor, observar a la gente y recordar que al final del día, la única persona que no matter what te acompañará, eres TÚ...